jueves, 1 de agosto de 2013

Ya no te veo

     Primero dejé de verte como antes lo hacía, de lejos, si, pero desde muy, muy adentro hasta muy, muy adentro. Ya ni siquiera te miro. 
Mi piel borró de golpe, sin apenas darme cuenta, el tacto de la tuya, que tan a fuego se había clavado. Las yemas de mis dedos no querían ni oír hablar de todas las caricias que fueron acumulando para ti. 
Tiempo después se me empezó a hacer difícil recordar bien tu voz, que tantas veces de tan lejos consiguió erizarme la piel con esos susurros para no despertar a nadie cuando todos dormían. De hecho el mundo entero dormía cuando nosotros existíamos como dos, como dos mitades separadas.
Nunca tuve tu olor, quizá sea por eso por lo que ahora me obsesiona no olvidar el olor de la gente. 
Tu sabor... tu sabor se perdió hace mucho, entre tanto amargo. 

Me quedan tus canciones, bandas y voces que descubrí gracias a ti, o que fuimos descubriendo juntos. Si lo pienso, creo que es lo único que tengo y he tenido de ti. Pero, eso no te lo devuelvo, me las quedo, porque hubo un día en el que dejaron de recordarme a ti. 


     Me he dado cuenta de que no te echo de menos, que ya no pienso en ti con la mayor de las sonrisas en mi cara y eso supone que sé que nunca te voy a dejar volver. Qué las ya pocas veces en que pienso en ti, lo hago con una ligera tristeza, creo que se llama nostalgia. Nostalgia de lo que pudo haber sido pero no fue. Y la nostalgia lleva en sí la solidez de las cosas que son irreversibles, de las cosas que ya no pueden cambiarse. 

Y como no quiero que acabes siendo solo eso que dicen algunas paredes; “el adiós que jamás aprendí a decir” o que ya no pueda conservar ni un buen recuerdo, escribo esta despedida, para decirte adiós ahora que tu olvido me pilla de vacaciones. Ya basta de ser cobarde, como dice el grande, al punto final de los finales, no le siguen dos puntos suspensivos. Hace tiempo que nos dedicamos a leernos entre líneas y sin nombres. Por eso, sigo este último juego aunque esta vez no voy a esconder el "tú" entre metáforas. Porque tú sabes perfectamente que esto es para ti. 

Son muchas las despedidas que no he podido o quizá no me he atrevido a llevar a cabo, de hecho esta misma lleva algunas semanas en el tintero, pero sin decir adiós es imposible seguir navegando. 
De otros intentos frustrados de despedidas que empecé en su momento saco estos pedacitos, quizá ahora no lo siento exactamente igual pero si los sentí:  

“Al amor de mi vida, pero no de esta vida. En esta más bien, has sido el amor de mi herida.  
Sábes que, cómo a la mitad del mundo, no me gustan las despedidas. Pero, cómo la otra mitad, a veces pienso que son necesarias. También pienso ahora, en que sabes esto porque estabas ahí aquella vez en la que no me pude despedir y tan mal lo pasé después. Fui yo quien te dijo más de una vez “no digas tonterías, conocerás a mucha gente eres muy joven” mientras tú me decías que nunca conocerías a nadie como yo. Y hoy juego a los equilibrios, a las medias tandas, que no tintas, cada cosa por su color, y te digo que es verdad que nunca conocerás a nadie como yo, pero también es verdad que conocerás a más gente. Digo esto porque es lo mismo que pienso en cuanto a ti. Nunca conoceré a nadie como tú, pero esto se debe a que cada persona es distinta. Cada conexión es completamente distinta. 
Algunas veces pienso en ti, en qué estarás haciendo y en porqué cojones no pudo funcionar esto. No sabía a qué se debía, hacia tiempo que no veía tus fantasmas reflejados en las caras de otros. Pero ahora creo que me he dado cuenta de por qué. Nunca me he despedido de ti. Y creo que va siendo hora de hacerlo, quizá nunca leas esto o quizá te lo mande en unos minutos. 
Nada será como tú, y no lo pretendo. También he de decir que es una lucha inútil por el hecho de que lo nuestro nunca fue. Nunca sucedió. Fue una idea que cada uno teníamos y tendremos en nuestras propias cabezas. No sé que es ir al cine contigo, pasear largo y tendido. Pasar una noche mirándonos a los ojos, o sin ni siquiera mirarnos. 
Quizá podría haber durado el tiempo que dura una decepción abismal, el tiempo justo para darnos cuenta de que la realidad la dejamos atrás hace cientos de años. Y sin embargo, bastaría eso para romper esta magia. Este cuento de hadas que hemos construido a base de golpes al hielo de una escultura que quizá no duraría ni un solo día de verano. Una vez escuché en una película algo así: “tengo miedo, miedo a que se suceda un momento tan perfecto que no merezca la pena seguir viviendo”, pudo ser el miedo a que fuese tan perfecto como parecía lo que nos impidió avanzar.  
Pero es más bonito quedarse con las cosas buenas, y aunque ahora no crea en nada, hubo un tiempo en el que creí en el amor, y quizá algún día vuelva a creer en él. Por eso debo ponerme en la piel de aquel yo, que si creía, y así no sentir que he perdido el tiempo y también entenderlo todo mejor, entender lo que hiciste. Que amar significa hacer lo posible, arriesgar todo si es necesario con tal de poder evitar al otro un solo segundo de dolor. Partiste en mil millones de pedacitos tu corazón. Congelaste cada uno de ellos y los enterraste en distintos puntos de este estúpido mundo sólo porque pensabas que esa era la mejor manera de evitarme un poco de dolor. Solo alguien que te ama de verdad es capaz de hacer eso por ti. Quiero creer que me amaste de verdad, porque sentirse amado es algo muy bonito, lo mismo también fallé yo por no terminar de creérmelo y eso, a su vez, nos hizo mucho daño. Así que también te pido perdón.” 

      Si alguna vez algo me recuerda a ti, miraré la pequeña ancla que me colgaré al cuello para recordarme que quedarte anclado a un pasado, puede destrozarte desde muchos flancos. 

No te asustes si ves que alguna vez nuestra historia me sirve de inspiración, no significará nada más. Ese juego ya ha terminado, al igual que esta despedida. 
Ahora si haré las cosas como deben hacerse, esta despedida si tiene un adiós, y además sin puntos suspensivos. Espero que alguna vez te quieran y quieras como nosotros no supimos querernos. Adiós.