domingo, 29 de enero de 2012

M u s i c a l m e n t e

Me gustaría tener un músico, que compusiera para mí minutos en forma de canciones, que supiera tocar miles de melodías sobre mi piel, afinara la guitarra de mi cuerpo. 
Me gustaría ser musa de aquel que no reconoce más allá de las partituras de esa melodía inacabada. Dar un gran concierto, con la banda sonora de nuestros gemidos como pieza principal. 
Comenzar no muy fuerte e ir in crescendo a medida que el concierto avanza.  Me gustaría hacer con él toda una gira por el mundo entero, recorrer mapas dentro de mi habitación y elegir los temas del próximo concierto con las estrellas como jueces principales. Me gustaría hacer las pruebas de sonido con el agua de la ducha cayendo sobre nuestras espaldas.

Me gustaría ser las teclas de ese piano que utilizas para relajarte, que cerrases los ojos mientras me disfrutas y que el sonido que salga de nuestras bocas sea pura melodía.  Que en las noches frías de invierno cuando nadie vaya a verte me hagas un concierto privado, que tenga acceso al backstage y allí saquemos los instrumentos de sus fundas, los afinemos y los preparemos para el próximo concierto. Que cuando la lluvia caiga hagamos un acústico en el salón al son del fuego de la hoguera.

Y la dirección de esto cambia a medida que las palabras avanzan quizá sean las ganas contenidas y almacenadas de poder hablar a un tú directo y no a  un él caótico… Podría haberlo cambiado, hacer concordar sujetos y formas verbales pero no me gusta matar la magia.


Quiero un músico que ponga banda sonora a mis tristes días de invierno. Aunque lo cierto es, que aún no prometo no cansarme y cambiar de CD.
Sería sumamente fácil hacer eso, realizar promesas que nunca cumpliré para recibir ciertas recompensas. Pero no puedo, soy egoísta pero no tanto. A veces juego a la venganza en nombre de mi ego pero suelo arrepentirme cuando yo creo que no es demasiado tarde, en ocasiones lo consigo pero en otras sin embargo… la acabo cagando soberanamente y el caótico bucle que acabo creando termina por torturarme. El karma se da la vuelta y me pega una bofetada.  Por otro lado recibo tortazos del pasado y de los recuerdos, de mis errores y de mis tropiezos y al final no sé cómo ni con que pretexto acabo recibiendo la paliza de mi vida.



viernes, 27 de enero de 2012

Los días raros

Vale, la misma casa, el mismo corazón (un poco más dañado quizá, con dos o tres tiritas y restos de más de una sutura), la misma ventana (con más motas de polvo quizá).
 No es un “déjà vu” es que lo he vivido antes realmente. Pero en otras circunstancias, otras fechas, otra edad, otras situaciones, otras emociones.

He vuelto a mi. De nuevo a indagar en ese yo tan oculto y oscuro a la vez. Reconozco que los cambios hormonales han hecho de las suyas, reconozco que no han sido mis mejores días.  Sobre todo y más bien noches, los días pasaban sin sentido pero las noches traían lo peor… el no sentido. No podía evitar que la soledad del día se me acumulase en las noches.
Lo han sabido, ha habido preguntas, aceptaciones inconclusas de mis escusas, también abrazos y besos, escuchas y palabras, ha habido consejos e intentos de distracciones. Y lo agradezco, pero no ha servido de nada bueno… de casi nada (y que haya un casi donde podría haber un nada es muchísimo), esos días llegan, se presentan de golpe cuando menos lo esperas, te sacuden, te atormentan, te abstraen y luego como llegaron, poco a poco se van. No se puede hacer nada… simplemente intentar “torearlos de la mejor forma posible”  y aprender de ellos. Siempre aprender, de todo. De todo lo que la vida pone ante nosotros. Siempre, aprender. Llevarse todo lo posible, todo lo que nos quepa en la maleta, como aquellos utensilios de hotel con los que siempre arrasamos. Llevarse todo, hasta las sábanas si es preciso. Pero es así… hay que aprender a vivir con ellos… con los días raros.


“Aún quedan vicios por perfeccionar en los días raros”
 –Vetusta Morla; Los días raros

P.D: He decidido poner un contador de visitas, porque no sabía si escribía para la nada. Es grato ver como aumentan y saber que alguien lee estas necedades (con cariño) pero es confuso ver como suben y no saber quien visita ese pensadero. XD. Dejad pistillas si os apetece. Pero siempre si os apetece.
P.D2: Si, se que pone “coches Madrid” o algo así debajo del contador. No le hagáis caso, no sé de qué narices va eso jaja. Quizá ni funcione y nadie se mete jaja.

martes, 24 de enero de 2012

aquí faltas TÚ


Me apetece pasear contigo y hacer el tonto. Me apetece jugar a ver quien toca más culos a la gente de la calle. Me apetece contigo rescatar globos del suelo y dárselos a niños que no tienen. Me apetece que me digas que no eche el pestillo cuando entre a la ducha, que entres al momento y hagamos el amor. Me apetece que estemos tumbados en la cama peleándonos por donde ponemos los brazos o cual será el que cortaremos porque molesta. Me apetece ayudarte a desenredar mi pelo de tu cara, a veces pienso que el desastre de mi pelo solo se arregla con el roce de tus manos. Me apetece que recordemos aquella calle de Nueva York y aquel día que íbamos corriendo bajo la lluvia. Me apetece que me abraces y me digas que apriete fuerte, que no deje de hacerlo. Me apetece que me aleje un milímetro y te acerques aún más. Me apetece verte dormir, que te despiertes, yo me haga la dormida y tú me preguntes si duermo y me des un beso. Me apetece verte cantar en el balcón de tu cocina que el vecino de enfrente mire y se ría, iniciemos un dúo y pensemos “la calle es mía”…

Hoy me apetece que domine este caos que es mi locura

sábado, 21 de enero de 2012

CAPITULO 1


Se saltó el camino de siempre, ese día volvía por el río, tenía ganas de cambiar de aires, de tener aire…
Cruzó el puente observando la antigüedad de su estructura y pensó por un momento todo lo que ese puente había podido ver en tantos años… y se imaginó a una pareja allí apoyados, de noche mirando al infinito, uno al lado del otro, sin mirarse a los ojos pero realmente viendo en lo más profundo de ellos…

“ -Bonita noche –dijo ella.
-Preciosa noche, me encanta venir aquí porque es donde mejor se ven las estrellas.
- Me encanta todo lo relacionado con las estrellas. Jamás me dedicaría a nada de eso, pero en el instituto cuando explicaban astronomía me iba a otro mundo.

-Tú siempre te vas a otro mundo en todas las clases, la atención que les prestas a los pobres profesores, jaja.
-Que no tonto… que no es en ese sentido jaja. En serio… me encantaban esas clases, me sentía tan pequeña en medio de un universo tan enorme que desconectaba, dejaba de ser persona y eso me encantaba.
-¿Te encantaba dejar de ser persona? Explícame eso.
-Si… a veces nos olvidamos de que fuera de nosotros hay un universo inmenso esperando en algún lugar.
-¿De qué sirve pensar en ese universo si ninguno de nosotros iremos nunca?
-Pero está ahí y puede que los nosotros del futuro algún día vayan y quien sabe quizá formen una vida allí o haya personas de otra manera, más evolucionadas o bueno… al menos espero que con mejores sentimientos.
-¿Ahora tratamos el rollo ovnis? Jaja
-Tonto… jaja –dándole un puñetazo en el hombro.
-Na… tienes razón… ahí mucho por ahí, fuera de nosotros mismos. Pero está fuera y en nuestra vida diaria no nos sirve de nada saber que hay tanto si nunca podrá ser nuestro. Al menos de nuestros “yos” de ahora.
-¿Nuestros “yos”?
-Tú dices “los nosotros” del futuro y nadie te dice nada.. yo digo “nuestros yos” y ya está mal… jaj
-Vale.. nuestros yos del futuro… esos yos que tu dices, pueden llevar en sus células parte de nosotros.
-Cuando te pones científica no hay quien te soporte… jaja. Todo eso está muy bien, pero se trata de demasiada imaginación de demasiada visión de futuro, el futuro debe estar presente en nuestras decisiones, sobre todo el futuro a corto plazo, pero a fin de cuentas no deja de ser futuro. No podemos vivir pensando en el futuro porque sino el presente no se vive de la misma manera. Es como ver una serie pensando en el capítulo que vendrá después, así solo consigues perderte el que están emitiendo en ese mismo momento.
-Pero el futuro será el hoy de mañana.
-Y el presente de ahora será el pasado mañana. Por eso tienes que vivirlo ahora antes de que pase y ya tendrás tiempo de vivir ese futuro mañana cuando acontezca… ”

- Exacto… ahora ese presente es pasado y nada más, por mucho que lo intente jamás podré recuperarlo y ese futuro, sobre el cual no pude evitar pensar en más de una ocasión, no es más que este triste presente…
Eso no fue una imaginación, no fue una revelación del puente. Fue un recuerdo… de esos que golpean… que hieren y duelen hasta matar. Esos que no esperas y de repente te sacuden por la espalda. Intentas que no te afecten, que no lleguen y cuando menos te lo esperas… zas.
Había pasado muchísimas veces por ese puente desde que pasó todo y nunca le habían asaltado ese tipo de recuerdos. Sin embargo, ese día, ya fuera por la alineación de los planetas o por pararse a pensar en el pasado del puente no pudo evitar viajar a su propio pasado no tan lejano…
Ella… él… en esta ocasión en ese puente, pero donde quiera que fuesen lo mismo… contándose parte de su alma, alguna con palabras y otra con una sola mirada. Simplemente con estar juntos pasando tiempo podían transmitirse partes de sus almas. Ya se pertenecían mutuamente, una parte de ella estaba en él y también al contrario.

 ¿Cómo son realmente los recuerdos? Porque todo el mundo puede decir que son buenos pero,  ¿qué hacen sino recordar algo que no va a poder ser cambiado?
Si nos sucede algo bueno… el recuerdo nos permite “recordar” esos buenos momentos… pero a fin de cuentas al convertirse en recuerdos también se convierten en algo que no podrá volver a ser vivido, pasado. Intangible. Y cuando los recuerdos son malos, nos atormenta y  atacan.
Un recuerdo se alimenta de lo que hoy es nuestro yo-viviente… entonces, ¿qué hacen sino herir?
Pero bueno, para ella era un golpe más encima de muchos otros. Así que ya no dolía ni más ni menos, había llegado a un punto máximo de dolor hacía ya tiempo y veía imposible que pudiera crecer más, ya más era imposible. 

sábado, 14 de enero de 2012

"Turquía y yo"


-Voy al baño sujeta esto –y me veo sola en medio de ningún sitio sujetando la copa (casi entera) de un completo desconocido que lleva hablando conmigo más de media hora, sin saber que pretende pero sabiendo lo que no va a conseguir.

-¡Que nos vamos! ¿Aún estás así? ¡Anda trae! – y de un tirón sin apenas darme cuenta de que había llegado, Tom me quitó la copa en un movimiento fugaz y se la bebió al trago, mis ojos se extendían a la par que mi boca, sin embargo no me dio tiempo a articular ni una sola palabra.

-Vale, la has cagado. La copa no era mía

-Bueno, ¿y qué? ¿de quién era, de ese panolis? Anda vámonos ya –la situación en realidad era bastante graciosa, aunque un tanto comprometida. Además la dosis de alcohol que llevaba en mi me hacía ver las cosas de un modo más extraño todavía. Como un acto reflejo miré hacia la barra, donde había varios restos de copas. Alguien con no muy buen corazón había decidido abandonarlas allí, a aquellas pobres copas las cuales solo buscaban dar lo que ellos necesitaban, la tranquilidad y la evasión que solo el alcohol prestaba. Pero yo estaba dispuesta a hacerlas renacer, a darles una segunda oportunidad. Asíque sin pensarlo demasiado me dispuse a llenar aquel vaso vacío, que mi amigo me había devuelto repidamente después de los escasos dos segundos que había tardado en ingerir todo su contenido.

Y este fue el instante en el que lo vi. Dos grandes ojos azules interrumpidos, en según que zonas, por finos y despuntados mechones rubios. Un poco más abajo una gran sonrisa. De esas sonrisas que te transmiten tranquilidad, bondad.
-¿Se puede saber qué haces?
- Mmm… ¡si te lo cuento no te lo vas a creer!
- ¿Es mentira lo que me vas a contar?
-Peor.
- Lo  dudo, no hay nada peor que la mentira. Pero… adelante. –aquí le conté lo cómo el pesado de minutos antes (omitiendo lo de pesado, pero dejando claro que no tenía intención de irme con él a ningún sitio y que de hecho estaba a punto de desaparecer cuando él me encasquetó su copa) había ido al baño y mi amigo se había tragado literalmente todo el contenido antes de que pudiese frenarlo. 
Al parecer todo aquello le hacía mucha gracia, gracia que en realidad tenía pero que yo hasta el momento no me había percatado del todo. Al final los dos acabamos riéndonos a carcajadas, yo con media copa de mezclas en mi mano y olvidándome de todo. De repente el del baño apareció, ni siquiera lo vi venir. La luz de esos ojos me impedía ver poco más allá. Me cogió la copa de la mano y me dijo algún comentario de queja al cual no atendí mucho, estaba concentrada en su sonrisa esta vez. En lo sencilla y limpia que era, en lo natural que parecía. No sé cómo pero veinte minutos después me encontraba sentada en una esquina de un bar, con música tranquila de fondo, luz ténue, dos cervezas delante y de nuevo esos ojos, él. 

Como algo instintivo habíamos salido del bar, el me dijo de tomar algo, mis amigos desparecieron, los suyos también. Y creo que uno de ellos con mi amiga. Pero no lo recordaba bien, ya la llamaría al día siguiente. Por ahora tenía mucho en lo que entretenerme... Le dije que vale, creo que apenas sin hablar. Y le dejé que me guiase, era un completo desconocido y si se piensa fríamente podría haberme llevado a dónde le diese la gana, pero en ese momento estaba tranquila, como si tirase de mi una fuerza superior que a la vez me tranquilizaba y me hacía notar que nada malo podía pasar. 

Después de esas cervezas vinieron otras dos, luego otras dos y otras dos más, del resto ya perdí la cuenta. La conversación iba avanzando con fluidez, no había silencios incómodos solo pequeños periodos de tiempo que dedicábamos a pensar nuestras contestaciones. Los temas de conversación no faltaron y fueron a más variados no poder. Me sentía tranquila, relajada. Como si lleváse mucho tiempo queriendo tener esa conversación, era curioso puesto que hasta esa noche yo no lo conocía. Tenía la misma sensación que se tiene cuando llevas mucho tiempo sin hablar con un amigo, ese con el que siempre acabas teniendo largas conversaciones. 
Conforme la noche iba pasando y el alcohol iba haciendo su efecto en mi cabeza, me iba percatando de otros detalles, me fijaba en sus labios en lo carnosos que eran y me preguntaba como sería besarlos. Me fijaba en sus hombros y en lo poco de su torso que la mesa me permitía ver y me preguntaba como sería al tacto, si duro, si blando, si suave… y cada vez estos pensamientos ocupaban más mi mente. Creo que él se dio cuenta y me dijo que si prefería ir a otro sitio. Me ahorré el comentario de “si, a tu casa, concretamente a tu habitación” y no porque no lo pensase.

Fuimos a un pub cercano, allí la música sobrepasaba algunos decibelios dentro de la normalidad, la luz ya no era ténue sino casi nula y las mesas y sillas que nos acompañaban en el bar anterior habían pasado a convertirse en personas, no recuerdo ni una sola cara, ni un solo peinado, ni una sola mirada. No había nadie,  mi mente solo pensaba en quien tenía a mi lado en ese momento. Sensación que solo he tenido dos veces en mi vida y que si no llega a ser por el poco espacio al razocínio que me dejaba la cerveza me habría asustado. Al principio empezamos con un baile más o menos tímido, más bien por impulso, después fuimos animándonos y cada vez acercándonos más, hubo un momento en el que pensaba que si no me besaba iba a explotar allí mismo en miles de pedacitos. Y sin pensarlo cuando menos me lo esperaba me miró fijamente a los ojos, enarcó una media sonrisa y me besó. Sutilmente, despacio, tímido. Después se separó tan solo unos milímetros, cogió carrerilla, y volvió mucho más fuerte, la timidez había casi desaparecido. Nuestros cuerpos se movían siguiendo la música pero era un movimiento más bien involuntario nada forzado y nuestras bocas… nuestras  bocas decían lo que no está escrito ni por escribir, sin hablar, sin pronunciar palabras. Intercambiaban monólogos salivares y discusiones mordicidas. Abrian y cerraban asuntos de estado y presumían de cortos periodos de vacaciones, cortísimos fines de semana para respirar, instantes. Y después volvían al trabajo, a la charla con más fuerza, con más ímpetu aún.

Cuando terminó la canción que sonaba de fondo en ese momento, ni la recuerdo, solo lo supe porque involuntariamente nuestros cuerpos se detuvieron por unos segundos. Me alejé, no mucho y le susurré al oído “vamos a tu piso”.

        Lo siguiente que recuerdo es lo incontable, y no precisamente porque no puedan contarse numéricamente, fueron tres, tres. Recorrimos los mapas de nuestro cuerpo, inspeccionamos cada paraje, cada camino, cada lugar secreto. Reímos, descubrimos, disfrutamos, amámos. Un viaje inesperado a un planeta paralelo… llenó de pasión y ternura.  Me olvidé del mundo, con todas. A la mañana siguiente, como era costumbre en mí, me levanté antes de que se despertase y sin hacer ruido me vestí para irme de allí cuanto antes. No me gustan los despertares después de las noches de pasión. En general no me gustan los despertares. Las noches son mágicas, están llenas de miles de secretos, de pasiones, de aventuras y las mañanas sin embargo están vacias, estropean fastidian las noches perfectas. Por eso quería salir de allí antes de que se despertase, antes de ver su cara de por la mañana posiblemente completamente diferente a la de la noche, en las noches se busca, por muy especial que sea y una vez conseguido, por las mañanas, es imposible no mostrar extrañeza y desagrado al encontrarte con algo que ya forma parte de tu pasado. 
Como no veo necesario conservar en mi memoria esos rostros me voy antes de que amanezca, antes de que el hechizo de la noche se rompa.

Pero entonces sucedió algo, cuando levanté la cabeza del suelo tras coger mi pañuelo (esa es otra, adivina adivinanza donde quedaron las bragas…) no evitar fijarme en él. Por unos instantes me quedé parada, mirándolo. Sereno, de medio lado, con su rubio pelo desaliñado cubriendo su cara, deslizándose por su casi perfecta nariz, su medio torso, el mismo que hacía tan solo unas horas sentada frente a él en aquel primer bar me preguntaba como sería (datos que no taradaría mucho en descubrir con toda clase de detalles) y a la luz del día parecía aún más bello que se me antojó con el tacto. La poca luz que entraba del amanecer por la ventana reflejada en las sabanas blancas le daba un halo angelical al tono ligeramente tostado de su piel. Parecía tan suave que daban unas ganas hipnóticas de acercarse a tocarlo para comprobarlo. Pero me acordé de que ya lo había hecho y que aún era más suave de lo que parecía. Por un momento volví a la realidad, salí de ese periodo hipnótico en el que me encontraba. ¿Qué me pasaba? Bueno, ya pensaré eso más tarde. Ahora tenía que darme prisa, terminar de vestirme y salir de allí pitando, me había entretenido demasiado, supuse por la luz del sol, y como tardase mucho más no tardaría en despertarse y eso si que no, no sé que es más incomodo.

Terminé de vestirme, por fín había reunido todas mis cosas y me disponía a salir de la habitación cuando a mis espaldas escuche una voz… su voz
-        -  Menos mal que ese bolso es bastante pequeño, sino pensaría que has robado todo lo que has podido y huyes antes de que me dé cuenta. –su tono como siempre,  delataba ironia, serenidad y ternura, siempre ternura. No sé porque para mi, él todo lo decía con ternura. Quizá sus angelicales rasgos no me permitían atribuirle otro calificativo, aunque fuese plenamente consciente de que no lo conocía y que posiblemente estaba equivocada, que sería un cobarde más. ¿Cabrón? No... lo hombres no son cabrones. Son cobardes y debido a esa cobardía cometen cabronadas. Muy gordas a veces, pero cabronadas.
      Es que tengo un monton de cosas que hacer y no quería despertarte –dije siendo fuerte aún sin volverme. Y entonces me giré y ese hechizo que pensaba que se rompería con la llegada de la mañana y la salida de la noche, aún estaba ahí ahora más visible que a la luz de la noche. Su media sonrisa que hacía de sus ojos algo aún más brillante si cabía a medida que se ensanchaba.
- 
-Ya hay que ser responsable para levantarse tan temprano, enfrentarse al frío de la noche y salir del calor de estas sábanas. –su voz me invitaba a todo. Entre otras cosas a decirle “la irresponsabilidad es mi dios, quitarme la ropa corriendo y adentrarme en esa cama y pasar ahí todas las horas que mi cuerpo me permitiese” pero por otro lado estaba mi cabeza, la idea de que ese pensamiento no era el normal. No fuera de las tinieblas, no con la luz del sol. 

Por cierto, él es turco. No lo he dicho y tampoco era fácil de intuir debido a sus rasgos pero sí, lo es. Su español es perfecto pero tiene un aire místico y atrayente en su forma de pensar que lo hace diferente. No conozco a ningún turco con el cual compararlo pero yo lo atribuía a eso.
-          Tengo un café riquísimo. ¿Qué pasa no me mires así? Sé que soy turco pero soy adicto al café, no puedo evitarlo. –y en un gesto hábil se levantó de la cama, yo no había dejado de observarlo, y lo cierto es que ahora que lo pienso, llevaba demasiado tiempo así, más del normal. Parada, mirándolo, con mi bolso en una mano y la chaqueta rodeando mi brazo, con los ojos clavados en él y con una cara de gilipollas que mejor que no pude ver ni nadie inmortalizó. 

Mi mente trabajó rápido en el preciso instante en el que se levantó de la cama y las sábanas le resbalaron, debajo llevaba unos boxes de rayas azul y blancas. En algún momento de la noche, mientras yo dormía se los pondría. Uf. Respiré aliviada entre comillas. Fue hacia mi, yo aún seguía en la misma posición y con la misma cara de idiota. Él sonreía, no dejaba de sonreír a pesar de mi parálisis total que habría asustado al más experto doctor. Cogió mi bolso y mi chaqueta con cuidado, despacio, cómo dándome tiempo a no dejar que me lo quitase si eso era lo que quería y sin borrar esa media sonrisa, mirándome a los ojos, para detectar cualquier síntoma de disconformidad. Yo no opuse la más mínima resistencia, una vez se hizo con ellos su sonrisa se completó, pero muy sencillamente. Después me cogió ligeramente de la muñeca y me dio un pequeño tirón, como para sacarme de ese ensimismamiento, invitándome a que le siguiera. Y yo le seguí….

Me llevó al balcón, su casa daba a la Iglesia de San Francisco. Nos quedamos unos instantes en silencio contemplado la vida que se movía fuera. Al poco se escuchó jaleo, de la iglesia salía gente, al poco salieron unos novios, la gente empezó a echarles arroz y a gritar. Yo pensé que pobres infelices... no sabían lo que les esperaba. ¿Matrimonio? ¿Compromiso? para mi todo eso era igual a dolor, un aferrarse a algo que sabes que acabará antes o después o se mantendrá haciendo daño. ¿Para qué?

Lo siguiente que recuerdo es el ruido de la gente al fondo gritando un "vivan los novios" mientras los bañaban en arroz, mientras el turco me besaba y pensé en #lodepelicula que era esa escena. La pelicula no empezó la noche anterior, empezó ahí, en ese momento, en mi "bedday" (día de cama, para aquellos que no entiendan mucho inglés...) Un día entero en la cama... un día que ya contaré.... 
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P.D: no todo lo que aqui es contado es real.
P.D2: no todo lo aqui contado me ha sucedido a mi.
P.D3: tampoco voy a especificar qué lo es, qué no lo es y qué me ha sucedido a mi... ahí lo dejo. 

viernes, 6 de enero de 2012

Deseo sexual no resuelto



El deseo sexual no resuelto es un gran enemigo de las relaciones de amistad hombre – mujer. Tengo una amiga, compañera de la blogosfera y espero que futura compartidora de muchas borracheras y largos cafés y conversaciones. Cuya teoría es la siguiente:  “lo mejor en las relaciones de amistad hombre y mujer para que no haya esa tensión sexual es proponer un sexo sin compromisos, después todo será más fácil”. Y realmente es cierto. El problema está cuando esas personas ya tienen sus propios compromisos o cuando ese sexo sin compromisos llega a más. O peor aún, Little bombeante (corazón) pide más. Ahí está el error, ahí está el problema. La barrera entre el amor y la amistad, es a veces casi imperceptible. Y se ve muchas veces mermada, interrumpida, cortada o incluso disipada por ciertos errores tales como “soledad”, deseo de un amor, rutina con tu propia pareja, deseo de aventura, etc.

¿Cómo no equivocarse? Esa es la gran pregunta… sin solución todo hay que decirlo. A día de hoy no hay una formula exacta, un guión detallado de cómo no equivocarse en nada. Los errores muchas veces en sí son las lecciones que nos da la vida, las grandes lecciones que nos da la vida. Por eso hay que cometerlos, para aprender. Aprender de ellos y de la vida en general. La vida a fin de cuentas es una sucesión de errores, una sucesión de experiencias que nos van enseñando como somos.  No como es el mundo o como será sino como somos nosotros. Lo más difícil, necesario y preciso para ser feliz; Conocerse a uno mismo.
Son las personas y todo lo que vivimos con ellas lo que nos enseña cómo somos y es ese crecimiento el que te hace darte cuenta que estás viviendo. Los sueños son una excusa, pero una excusa gorda, son la excusa para vivir (esto lo vi en alguna película y me marcó, para siempre). Y es así, son lo que nos impulsa a comenzar el camino y el camino es lo que nos enseñará, no el sueño en sí ni la meta alcanzada. Son los caminos. De los caminos se aprende y en ellos suceden la mayoría de las cosas importantes que nos ocurren. En ellos se nos va la vida entera, en los caminos. 

Hay amores que no empiezan, que antes de tener un inicio tienen un final, prematuro. Pero muchas veces nos quedamos con ese camino como la parte más bonita. Hay que tener en cuenta que hablamos de “amores” , aún no ha habido una meta, solo un camino y ya se le llama amor. ¿Cómo de intenso ha debido ser ese camino para ya llamársele “amor”? Mucho. Pero siempre hay que quedarse con las cosas positivas, por lo tanto hay caminos que ganan a malos momentos, a veces.  

Esta teoría (por así llamarlo) es en parte triste, porque nada es infinito, todo tiene su principio y su fin, su dirección marcada. Sin embargo, también es motivo de alegría porque a fin de cuentas nos pasamos la vida en los caminos. Creo que la base de la felicidad se encuentra en las pequeñas cosas, en el día a día, en todo lo que vivimos. Darle importancia a todo lo que nos rodea y ser felices por el mero hecho de encontrarnos en medio de lo que sea, solo por estar ahí en medio de algo. Formando parte de ellos, respirándolo, sintiéndolo, viviendo.
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Y siempre recordaré tu respiración…. Tu cara frente a la mia a escasos centímetros… el aliento de tu boca siendo el aire que yo respiraba. Tu nariz rozando la mia y esas ganas locas de besarte contenidas. Y ahora que la ausencia de tu presencia hace que mi alma se agarre al hierro, al puro hierro, hace que  mi corazón no pueda respirar acostumbrado ya a respirar de tu aliento y alimentarse de tus abrazos puedo decirte que te echo de menos. Y echo de menos esa conexión. Esa conexión perfecta, como el instante exacto en el que la última pieza de un puzzle encaja en su lugar correspondiente. Lo echo de menos al igual que siempre echaré de menos nuestros besos, esos que nunca nos dimos ni nos daremos…
Me quedo con el brillo de tus ojos como el más feliz de mis recuerdos

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P.D1: #oyemira que yo ya paso de escribir más veces a las 2 y media de la mañana. Me duele la cabeza y encima no estoy ni al 30% de mis posibilidades. Lo que pasa esque no quiero dejarlo mucho tiempo, encontrareis textos que no serán ni la mitad de buenos que otros pero esque si lo voy dejando al final dejo de escribir.
P.D2: me he ido alejando del tema principal, así que tendré que retomarlo en otro post
P.D3: bailar salsa... mmmm...
P.D4: he vuelto a ver al gasolinero de ojos azules (ah, aún no he hablado de él)
P.D5: mis chicos con tensión sexual no resuelta hacia mi (q de otra cosa no tengo nada pero...), porfavor... ¡empezad a resolverla!
P.D6: el destino a veces muerde

miércoles, 4 de enero de 2012

Una noche de esas

Esta es una de esas noches en las que te auto convences y haces esfuerzos exagerados para no agarrar la primera botella de alcohol que tu madre guarde en el armario de dios sabe que navidad y bebértela al trago. Es de esas noches en las que te sentaría tan bien unas cervezas frente a una cara conocida, olvidar prejuicios, obligaciones y que poseemos un riñón. Es una noche para dejarse llevar. Si, de esas justo que al día siguiente te arrepientes. De esas.

 Y es que la mierda siempre cae, siempre. Por mucho que intentes esconderla, por muchas cosas que intentes hacer para olvidarte de que estas hecha mierda. Al final, tarde o temprano el peso de tus sentimientos se abalanza sobre ti y te comprime el pecho hasta dejarte sin respiración, sin esperanzas de futuro sin un mero impulso para hacer cualquier mínima gilipollez.  Y lo peor de todo, ¿sabes lo que es? Que la culpable de estar así, soy yo misma. No por las situaciones, que aquí cada cual tendrá su parte de culpa. Sino por estar así ahora mismo, he sido yo la que consciente de que no me soporto he dedicado el día entero a estar conmigo misma y sin nadie más. De hecho aún llevo el pijama que me puse anoche. Me cuesta tanto dar ese impulso. Ayer fue un día genial, un día que llevaba tiempo queriendo vivir. De esos días que solo respirar te llena de felicidad. Y para contraste el día de hoy, a cada segundo más mierda. No ha empezado mal, teniendo en cuenta que me he pasado la mañana entera durmiendo y por lo tanto he tenido la suerte de librarme de ella. ¿Os he contado que odio las mañanas? Que antes me daban casi igual, pero ahora es que las odio.

Encima ya no tengo a nadie con quien hablar. Miento, no es que no tenga a nadie con quien hablar, tengo a muchas personas. Personas increíbles sin quienes no sé que sería de mi. Pero ya le he calentado a todo el mundo la cabeza lo suficiente con este tema. De hecho aunque tuviese a alguna de esas personas delante ahora mismo tampoco sabría que decirles. Está todo dicho, está todo contado, es solo cuestión de tiempo.

Como decía hoy ha sido un día masoquista, de ponerme delante del ordenador y echar largos minutos sin más de una página a otra. De una foto tuya a una de él. De loca, de obsesionada. De autodestrucción máxima. De cobardía extrema. Vamos ese tipo de días que odio más que a nada.  Al menos he cogido mi cámara y he hecho alguna que otra foto preciosa, eso por lo menos hace de mi día algo menos inútil. Y ahora estoy aquí, plantada enfrente del ordenador escribiendo, buscando que yo me de respuestas a mi. Pido demasiado, demasiado para un día donde las nubes pasan de largo y ni siquiera arrastran tormenta para limpiar la suciedad de este dolor. La mierda, y  perdonad que sea mal hablada pero me da la gana, que ha dejado esto.


Son las 2  y media de la mañana. Llevo un litro de cerveza encima (no es mucho, lo sé pero lo suficiente como para desconectar un poquito) al final los planes se han enderezado. Me ha llegado un whatsapp de Tina me decía que si me apetecía una cerve en el Paddys (el nuevo pubs irlandés que han abierto en mi pueblo, santuario) Tony había vuelto de su viaje a Barcelona, una pequeña bienvenida. Le he dicho que tenía a tiburón (mi coche) sin gasolina y que el de mi madre estaba con la rueda de repuesto (con la rueda de repuesto, como a veces siento que estoy yo, pero yo siento que las cuatro lo son). Me ha dicho que ella me recogía, no había problema:

Tina: Estas ya con el pijama?
Yo: desde ayer en realidad, por?
Tina: Vaya tela. Porque Tony me ha dicho de ir a tomar una cerve al paddys, que viene hoy de Barcelona.
Yo: esque tengo el Megane con la rueda de repuesto y el tibu sin gasolina. (tibu = tiburón)
Tina: yo voy a por ti si quieres.
Yo: vale, cuando?
Tina: arréglate ya y voy
Yo: ok, es ponerme un vaquero. Mientras llegas estoy lista.
Tina: Ok, perfecto. Salgo.

Un momento ¿mágico? ¿telepático? Era justo lo que necesitaba. Una buena cerveza, una cara conocida delante de mi. He visto a más gente, gente que llevaba tiempo queriendo ver.  He visto entre otros a Rober (de quien ya hablaré) a Lio (con quien llevaba tiempo aplazando esa quedada) y por supuesto a Tony (qué acababa de volver de Barcelona). Tengo muchos amigos chicos, de hecho creo que tengo más buenos amigos chicos que chicas. (Que gracia, tú me lo decías “es que tienes muchos amigos” y yo te dije “¿estás celoso?” entre risas). Al poco de vernos, de repente se ha acordado de donde he estado estos días.(hablo de Tony) “-Oh, oh oh! Cierto”. Hemos hablado de esquiar, de esquiar sin nieve y de muchas más cosas. Lo he puesto al día. Tony… Lio… Rober… cada cual tiene reservado una parte de mi pequeño bombeante, una parte de mi futuro y también de mi pasado… También ha sido una noche de confesiones con Tina. De cosas fuertes, cosas que pueden afectar mucho y cosas absurdas, como siempre.

Vale ya paro. Además me ha llegado un nuevo whatsapp, la noche sigue. Ya os hablaré de otra conversación que he tenido hoy, una conversación muy especial, muy bonita, que hablaba muy muy bien de mí. Si tú, se que lees esto pequeño, algún día hablaré de ti y un poco de mi, porque eres tan yo… porque soy tan tú. Si, vale, la noche sigue… aunque la mañana… vale descartado por tercera o cuarta vez mi plan de empezar a ir a la biblioteca mañana. Nunca es un buen día para empezar a ir a la biblioteca y mañana… menos.

P.D: me he propuesto ir subiendo fotos que hago. Esta es de hoy, el atardecer ha ayudado. 


La playa desde mis calcetines de dedo



“Y a veces cuando menos me lo espero, mi mente viaja al recuerdo de aquellos días de verano. A tus besos, tu ternura, tu preocupación y tu amor incondicional.
Y  tengo el recuerdo de tu sonrisa y de tu mirada como el más preciado de mis tesoros, recuerdo como me mirabas… la mirada destacable, una mirada cargada de amor, una mirada irrepetible que no albergaba sentimiento negativo alguno. La bondad que transmitían tus preciosos ojos azules no es comparable a nada de este mundo”.

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Las olas del mar se batían en un ir y venir descuidado, la arena se antojaba suave, más de lo normal, la sal no incomodaba, tenía el tacto del algodón. Algunas mariposas volaban cerca y el cielo era naranja, como ese color del atardecer que tanto me gusta.
-¡Despierta! –el sonido de la puerta al abrirse y la voz de ella. Alta y clara, me transportó a la realidad en un instante.
- ¿Qué pasa? –dije dormida, sin poderme creer que ya se había pasado toda la noche, tenía demasiado sueño.
- Me han llamado del hospital…
Lo siguiente que recuerdo es ir andando por el campo, no sé porque la puerta principal que daba a mi finca no estaba abierta y tuve que entrar por la puerta que más alejada quedaba, lo cual suponía recorrer un largo y estrecho camino. Hacía frío, iba en pijama y zapatillas, y andaba intentando no tropezarme. Me crucé con mi padre que iba a acompañarla, le dije que cuidase  de ella. Estaba demasiado nerviosa.

 Después las horas de espera. Después la llamada y sin decir nada, lo supe todo.
- ¿Sí?
–Hija…  -Un silencio, el silencio que lo dijo todo. El silencio de los corazones rotos. Marcados, para siempre, por una noticia; estaba muerto. 
Y después el mundo, encima de mí. Negro. Sin aire. Difuso. Y ahora pienso en lo mucho que le costaría hacer esa llamada, coger el móvil del bolsillo, desbloquearlo, marcar mi número y esperar a que lo cogiese (no mucho, dos toques como máximo) y empezar a hablar y decir la noticia y cambiar mi vida, y herirme a mí. A su pequeña.  Y colgar y pensar que era demasiado pequeña para tener que pasar por eso (a pesar de que ya era una mujer, o una mujercita) pero para él siempre seré pequeña, su pequeña.

(…)

Hoy hemos ido al cementerio. La idea ha salido de mí, ella lo estaba pensando pero creyó que quizá yo no quería. Que poco me conoce, o que tanto en realidad, porque en condiciones normales, por así decirlo, me habría negado rotundamente.
Y en verdad, si me conoce poco, por no acertar esta vez, es culpa mía. Tampoco la dejo que me conozca demasiado.

Una vez allí la puerta parecía cerrada y era extraño, ya me había decidido y justo algo lo impedía. Sin embargo, al acercarnos a la puerta nos hemos dado cuenta de que simplemente había un pestillo y que se podía abrir sin ningún problema. Podríamos haber parecido dos ladronas, infiltrándose en un lugar que no deberían. Y de hecho, si cualquier otra persona, hubiesen abierto ese pestillo y entrado dentro sin el menor reparo de la misma forma que nosotras lo hemos hecho,  posiblemente yo misma las consideraría así.
Sin embargo, creo que te da cierto derecho el entrar y justo enfrente de la puerta a escasos dos metros encontrarte una lápida negra, con letras blancas en las que aparece una frase, una fecha, un nombre y dos apellidos y uno de ellos es el tuyo.

Soy quizá de todas las mujeres de mi familia, a la que menos le tocaba. Pero no por eso y a pesar de todos los pesares, significa que no le quisiera de la misma manera. Vale, tampoco es justo decir que le quería de la misma manera. Su madre, su hija y hermana, tienen derecho y seguro que le querrían más que simplemente “su sobrina”, pero más o menos que alguien, con más o menos derecho. Yo le quería y yo también lo echo de menos. Para mí también fue un golpe muy duro. Aunque pude contar las lágrimas que derramé, en público obviamente, cosa de la que me siento orgullosa, puesto que yo no estaba en ese momento para llorar. Estaba para “estar”, con ellas. Quienes por derecho se merecían sufrir más la pena que nadie. Yo sin embargo, tuve que sacar fuerzas de todos los puntos de mi cuerpo, fuerzas que ni yo sabía que existían, para evitar lágrimas.
Pero las lágrimas, no son simplemente un acumulo acuoso de los ojos, que debido a un pliegue en el canto interno de nuestro globo ocular se cierra, evita el paso del humor acuoso y produce que se derramen por nuestro rostro. No son solo eso. Las lágrimas si no se acumulan en nuestros ojos, lo harán en otro lugar, nuestro corazón, y  tarde o temprano no tendrán más remedio que salir, y cuanto más adentro estén, más difícil será que salgan y el sufrimiento será mayor. 

 Habían pasado ya dos años pero aún recordaba a la perfección la escena, todo el mundo apiñado allí en la puerta… el negro como color predominante y un hombre con unos vaqueros manchados de pintura y cemento, acompañado de un niño de no más de 10 años, de quién pensé quizá no era buen sitio para estar. En sus idas y venidas a la cesta con la masa de cemento y al montón de ladrillos se le iba bajando el pantalón pudiendo atisbar gran parte de la raja de su trasero y aquello estaba tan fuera de contexto que no parecía real.

Después de este breve recuerdo, escuché el sollozo de ella. Sus lágrimas de rigor, las que quizá yo debería estar soltando también pero que, como en otras ocasiones reservé, para después.
Después seguimos con la ruta “turística” y fuimos a la otra lápida unos metros más allá… Esta vez mi apellido no estaba en ella pero si la sentía mucho más cercana.
Ella volvió a emitir otros sollozos de cortesía mientras yo sonreía levemente al ver esculpidas sobre la lápida unas letras que yo misma elegí “Nadie muere mientras exista un corazón que lo recuerde”, quizá por ese mismo motivo yo quise ir allí ese día. Quería ver si realmente la frase que yo escogí fue la que finalmente se esculpió. Y todo era extraño y paradójico, ella lloraba y yo sonreía. Aunque en mi corazón moría y en el fondo hubiese deseado no tener que elegir nunca nada para poner ahí. Allí yacía una de las personas que más me había querido y no tengo ninguna, absolutamente la más remota duda de que eso era así. Ya sabemos lo que se dice, ¿no? ¿Es que no tienes abuela?.Yo ya no la tenía… al menos una de ellas ya no estaba conmigo y sabía por muy egoísta que pudiese parecerme, que esa era un de las cosas que más me dolía, que era una de las personas que más me quería y ya no estaba.

“Y a veces cuando menos me lo espero, mi mente viaja al recuerdo de aquellos días de verano.
A tus besos, tu ternura, tu preocupación y tu amor incondicional.
Y  tengo el recuerdo de tu sonrisa y de tu mirada como el más preciado de mis tesoros, recuerdo como me mirabas… la mirada destacable, una mirada cargada de amor, una mirada irrepetible que no albergaba sentimiento negativo alguno. La bondad que transmitían tus preciosos ojos azules no es comparable a nada de este mundo.”

Aún al pensar en ellos, la mayoría de las veces los siento lejanos pero no “muertos”. ¿Cómo sientes a alguien muerto?
Tengo la sensación de que llevo mucho sin verlos, que están lejos pero que volverán. Y es lamentable esos momentos en los que sabes que nada de eso va a suceder, no volverán, nunca y posiblemente nunca te vuelvas a encontrar con ellos, ni te estén viendo, ni te estén protegiendo ni miles de creencias más.
Sin embargo, por muy paralizada que parezca la vida en esos instantes, todo sigue su curso habitual, como si nada hubiese sucedido y las personas que seguimos vivas tenemos que continuar con nuestras vidas. Superar ese duro trance y añadir a nuestra lista de experiencias algún que otro guión más. Son precisamente este tipo de situaciones las que te enseñan. Conoces al dolor, lo ves frente a frente, desaparece, se instaura dentro de ti y lo sientes como va poco a poco haciéndose un hueco en tu interior y charla con tu mente y tu consciencia y le da alguna que otra lección…

Mi vida podía considerarse como una vida más, la de una joven estudiante universitaria cuyas únicas preocupaciones son los exámenes de final de trimestre, los amigos, los distintos eventos sociales y los chicos. Sin embargo, yo no había salido normal y eso es algo que asumí hace mucho tiempo. Me costó entender porqué mientras el resto de jóvenes de mi edad se preocupaban por todo ese tipo de cosas en mi mente solo ocupaban un lugar minúsculo, a día de hoy tampoco puedo ponerle un nombre. Simplemente el mío, Melinda.

Y esta soy yo, esa chica normal y anormal al mismo tiempo. Soñadora o quizá debería decir, atontada. Cada día nos enseña algo nuevo y yo desearía que cada día me enseñase millones de “algos” nuevos. Quiero aprender, quiero entender más la vida y entenderme más a mí misma. Quiero poder controlar todo aquello que se me escapa de mis sentimientos, quiero ser capaz de lo que me gustaría ser capaz. Sin embargo, aún no he podido conseguirlo y en el fondo de mi corazón pienso que no lo conseguiré. Mi reto es conocerme, conocer lo más recóndito de mi persona.