domingo, 29 de enero de 2012

M u s i c a l m e n t e

Me gustaría tener un músico, que compusiera para mí minutos en forma de canciones, que supiera tocar miles de melodías sobre mi piel, afinara la guitarra de mi cuerpo. 
Me gustaría ser musa de aquel que no reconoce más allá de las partituras de esa melodía inacabada. Dar un gran concierto, con la banda sonora de nuestros gemidos como pieza principal. 
Comenzar no muy fuerte e ir in crescendo a medida que el concierto avanza.  Me gustaría hacer con él toda una gira por el mundo entero, recorrer mapas dentro de mi habitación y elegir los temas del próximo concierto con las estrellas como jueces principales. Me gustaría hacer las pruebas de sonido con el agua de la ducha cayendo sobre nuestras espaldas.

Me gustaría ser las teclas de ese piano que utilizas para relajarte, que cerrases los ojos mientras me disfrutas y que el sonido que salga de nuestras bocas sea pura melodía.  Que en las noches frías de invierno cuando nadie vaya a verte me hagas un concierto privado, que tenga acceso al backstage y allí saquemos los instrumentos de sus fundas, los afinemos y los preparemos para el próximo concierto. Que cuando la lluvia caiga hagamos un acústico en el salón al son del fuego de la hoguera.

Y la dirección de esto cambia a medida que las palabras avanzan quizá sean las ganas contenidas y almacenadas de poder hablar a un tú directo y no a  un él caótico… Podría haberlo cambiado, hacer concordar sujetos y formas verbales pero no me gusta matar la magia.


Quiero un músico que ponga banda sonora a mis tristes días de invierno. Aunque lo cierto es, que aún no prometo no cansarme y cambiar de CD.
Sería sumamente fácil hacer eso, realizar promesas que nunca cumpliré para recibir ciertas recompensas. Pero no puedo, soy egoísta pero no tanto. A veces juego a la venganza en nombre de mi ego pero suelo arrepentirme cuando yo creo que no es demasiado tarde, en ocasiones lo consigo pero en otras sin embargo… la acabo cagando soberanamente y el caótico bucle que acabo creando termina por torturarme. El karma se da la vuelta y me pega una bofetada.  Por otro lado recibo tortazos del pasado y de los recuerdos, de mis errores y de mis tropiezos y al final no sé cómo ni con que pretexto acabo recibiendo la paliza de mi vida.



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