Y
aunque he huido, he perseguido tu sonrisa a través del espacio que nos separa.
Y es que… ¿cómo te alejas de alguien que ya está lejos? ¿cómo pones kilómetros
de por medio si ya te separan 300?
El
parpadeo de esta farola amarilla me recuerda aquella noche, y todas. Yo tenía
la inocencia a flor de piel en cuanto a lo nuestro, y tú… Tú estabas tan guapo
vestido de traje… teníamos que disimular delante de esas doscientas personas, y
menos mal que los pensamientos no tienen voz propia. Porque yo solo imaginaba
las mil y una maneras de arrancarte la corbata y dejarla rodar por el suelo
junto al resto de nuestra ropa.
Ahora
la luz de la farola está apagada, pero de vez en cuando se enciende. Y así fue
nuestra historia. Una bombilla con los días contados que lucha por sobrevivir.
Pero es
que no es una bombilla cualquiera, daba luz a toda mi vida. Y así estoy ahora
que se ha apagado… vacía.
Y ¿qué
hago si no encuentro la manera de sobornar a tu piel para que se quede aquí
conmigo, compartiendo almohada y madrugadas? Y ¿qué puedo hacer si son efímeras
estas noches que paso lejos de tu cuerpo pero engaño al mío con otros?
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