jueves, 21 de marzo de 2013

Rarezas y entreversos

Que mis furias se enrarezan si de repente llega tu voz y explota el corazón dentro de la urna de aquello que fue nuestra votación.
Hoy me da igual la primavera, el invierno que el verano, me importa una mierda porque tu estás aquí lamiendo mi costado. Y es que joder, que te juro que la vida no es puta si eres tú quien la habita.

 No tiene ni idea el vino de lo que  tú das detrás de esa sonrisa que conquista naciones. Y hoy Madrid y Barcelona se vuelven dos minúsculas moléculas de nada porque la música gana cualquier batalla. Que ciudad más vacía esa en la que tú no estás.

Vamos a encender la vida siendo parte del mundo en el que vives. No hay mejores venas que las que puedo palparte en cualquier esquina. Me da igual tu poesía, solo me importa tu cuerpo acariciando mis heridas. Joder, mis heridas. Eres el puto cable que me conecta con la realidad de que existes allá dónde quedas. 
No huele a nada en esta primavera que no te respira. Mi alfombra echa de menos nuestras idas y venidas tan involuntarias. Dame otro trago que necesito fuerza para seguir viviendo existiéndote. Es decir, sabiendo que estás. Quién sabe, follando en cualquier cama. Quién sabe, muriendo en cualquier amanecer que te hace patearte el alma. 

    Demasiada luz en tu universo como para no acabar ciego, demasiada poesía esconden tus estrellas en ese, tu firmamento efímero y elocuente. 
Tus opciones reprimen a la más fiera de las bestias a un puñado de mariposas borrachas de amor. 
Tu puta piel, esa es la que tiene la culpa de que desprenda palabras al andar entre tus aceras perdidas, entre versos, desubicando corazones en las esquinas de los ayeres perdidos, en cada despedida en la que los besos no reinaron más allá de aquellos maravillosos abrazos que existieron en el momento en el que todo se acaba.

Dale al éxtasis de este momento la potestad de vivir más allá de un puñado de versos sin ubicación ni opciones, sin enlace permanente.
Vamos a deshacer los quehaceres que no nos valen de nada. Vamos a bebernos hasta los pasos, incluso esos que no andan, incluso esos que ven la vida en forma de recuerdo y nada más. Esos que detienen el reloj en el instante en el que el mundo decidió que tu aparecieras.

martes, 12 de marzo de 2013

De tu luz

     No tienes ni la menor idea de lo bonita que puede llegar a ser tu sonrisa. 
Creo que jamás has llegado a imaginarte la melodía que produces con cada uno de tus movimientos. De cómo el sol se esconde cuando tu pelo brilla y de cómo decide el mundo que sus amaneceres ya no son lo más bello.
Daría un cuarto de mi pulmón izquierdo por estar contigo ahora mismo allí, en Madrid. Volcaría el mundo y lo agitaría para sacar todo hasta encontrarte, como ya hice una vez. Que no importan los miles de kilómetros que he tenido que andar y que tendremos que recorrer, porque ya tengo algo que estará conmigo para siempre; el recuerdo de tu sonrisa. De esa que se produce al mirarme y que es distinta al resto de tus 36 sonrisas.
Abrazo por las noches tu cojín para sentirte cerca, aunque ya no tenga tu olor, y ya sabes lo que dijimos de eso; estaremos separados el tiempo exacto en el que tu olor dure en él. Aunque desde que nos separamos ningún reloj ha vuelto a medir de la misma forma las horas, marchan solo hacia atrás, contando las que quedan para vernos de nuevo. Hemos transformado los hastapronto de las estaciones en una verdad y no lo que antes eran.

Estoy deseando volver a tenerte entre mis brazos y comprobar de nuevo que sí, que eres real. Pero shuu, no se lo digas a nadie, que todos sigan pensando que yo soy puro hielo. Nosotros sabremos, que aunque a veces lo sea, con él construyes tu iglú y no hay lugar más cálido en el mundo.
No sé porque pero esta vez el miedo se ha escondido. Nos teme. Sabe que somos mucho más fuertes, o lo mismo son tus ojos que derriban cada imposible con solo pestañear. En cada despertar a tu lado se deshace un nuevo dicho, y es que en ese momento dejaría para nunca todo lo que puedo hacer hoy, porque tú pasas a ser todo lo que puedo hacer. Y no te voy a dejar para mañana.

Me tomarían por loca si supieran que desde que tú te encendiste ante mí, amo los domingos solo porque los llenas, como cada segundo que tu cuerpo y el mío vienen a visitarnos. Aquí, donde viven nuestras almas. Ahora me encanta madrugar porque ya no necesitamos soñarnos. Ya no, ya nos tenemos y se está mejor despiertos, aquí donde tu luz ilumina cada segundo y cada kilómetro del camino físico que nos separa. Para que así nunca se nos olvide el camino de vuelta, aunque creo que eso es imposible.


domingo, 3 de marzo de 2013

Por el cielo de tu boca


Tengo la piel a tiras esparcida por toda la ciudad, congelándose en las esquinas y siendo mendigo de los recuerdos. Le llueve encima y qué más da si el mundo desapareció en el instante en que tú la destrozaste.

Ya no puedo hablar de sentimientos porque a penas recuerdo que eran. Tengo que mirar las fotografías que nos hicimos en aquel piso 80 para acordarme de que una vez llegamos a lo más alto. Yo volaba continuamente por el cielo de tu boca sin paracaídas ni pista de aterrizaje. Era la primavera de un año a principios del dos mil. Todo es más fácil en primavera, hasta las respiraciones que van acompañadas del aroma de las flores.  Pero las estaciones pasaron y llegó la época de lluvia. Se cerró tu cielo en una tormenta clandestina ocultando cada una de las constelaciones que me dejabas ver. 
La caída que dejó así mi piel fue brutal, menos mal que las calles no hablaron y que nos guardan el secreto y los recuerdos en las esquinas donde menos lo esperamos.

Y como el alcohol desinfecta, voy a ver que quiere esa botella de Tequila que no para de gritar mi nombre en busca de tu olvido. Mañana al despertar esa botella me recordará que no es mi alma lo único que está vacía.