martes, 12 de marzo de 2013

De tu luz

     No tienes ni la menor idea de lo bonita que puede llegar a ser tu sonrisa. 
Creo que jamás has llegado a imaginarte la melodía que produces con cada uno de tus movimientos. De cómo el sol se esconde cuando tu pelo brilla y de cómo decide el mundo que sus amaneceres ya no son lo más bello.
Daría un cuarto de mi pulmón izquierdo por estar contigo ahora mismo allí, en Madrid. Volcaría el mundo y lo agitaría para sacar todo hasta encontrarte, como ya hice una vez. Que no importan los miles de kilómetros que he tenido que andar y que tendremos que recorrer, porque ya tengo algo que estará conmigo para siempre; el recuerdo de tu sonrisa. De esa que se produce al mirarme y que es distinta al resto de tus 36 sonrisas.
Abrazo por las noches tu cojín para sentirte cerca, aunque ya no tenga tu olor, y ya sabes lo que dijimos de eso; estaremos separados el tiempo exacto en el que tu olor dure en él. Aunque desde que nos separamos ningún reloj ha vuelto a medir de la misma forma las horas, marchan solo hacia atrás, contando las que quedan para vernos de nuevo. Hemos transformado los hastapronto de las estaciones en una verdad y no lo que antes eran.

Estoy deseando volver a tenerte entre mis brazos y comprobar de nuevo que sí, que eres real. Pero shuu, no se lo digas a nadie, que todos sigan pensando que yo soy puro hielo. Nosotros sabremos, que aunque a veces lo sea, con él construyes tu iglú y no hay lugar más cálido en el mundo.
No sé porque pero esta vez el miedo se ha escondido. Nos teme. Sabe que somos mucho más fuertes, o lo mismo son tus ojos que derriban cada imposible con solo pestañear. En cada despertar a tu lado se deshace un nuevo dicho, y es que en ese momento dejaría para nunca todo lo que puedo hacer hoy, porque tú pasas a ser todo lo que puedo hacer. Y no te voy a dejar para mañana.

Me tomarían por loca si supieran que desde que tú te encendiste ante mí, amo los domingos solo porque los llenas, como cada segundo que tu cuerpo y el mío vienen a visitarnos. Aquí, donde viven nuestras almas. Ahora me encanta madrugar porque ya no necesitamos soñarnos. Ya no, ya nos tenemos y se está mejor despiertos, aquí donde tu luz ilumina cada segundo y cada kilómetro del camino físico que nos separa. Para que así nunca se nos olvide el camino de vuelta, aunque creo que eso es imposible.


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