jueves, 7 de febrero de 2013

Tu eras tú sin ser yo

(Transcripción de una nota de voz)


Tu eras tú sin ser yo, tu eras cualquier polvo en un albergue de Amsterdam, 
eras un amanecer con gente llegando en un albergue de Londres,
eras aquella residencia de Nueva York en la que me vi, te vi y nos vimos, 
eras todo lo que mi mirilla podría desear cuando sonaba el timbre.
Y, sin embargo, tuve que despedirme de ti mucho antes de que el mundo decidiera que tu y yo no estábamos hechos para estar juntos
Quizá podríamos haberlo imaginado pero… No sé, a veces necesitas que el mundo sea quien te diga las cosas y no tu mismo. 

Eras un corazón con un nombre distinto al norte que se impartía entre nuestros huesos. 
Eras un corazón que simulaba el sur, con miles de playas y tres atardeceres dentro de una cochera donde el mar nunca se puso. 
Tu fuiste polvo, y el sol, se hizo herida. 
Tu fuiste estrella, y mi boca, salió corriendo hacia tu despertar, para dejar de verte, porque claro, dolías.
Yo fui enchufe lejos de tus caderas y nada pudo prender. Y fui espejo y vi el alma, reflejada. Y fui luz, y tu sombra no quiso acercarse a mí. 
Yo fui pelo despeinado y tu fuiste dedos que enredan. Yo fui grifo y el agua se cerró, de golpe, dejó de salir. 
Tu eres ese lunar, en el lugar exacto en el que los dedos se quedan para siempre. 
Dejaste de ser cicatriz cuando pasaste a ser una dehiscencia de suturas. Dejaste de ser, y sin embargo, yo tuve que coexistir. Y claro luego viene la risa y te recuerda que el mundo fue feliz. Y tú sigues ahí, aislado, en tu rincón, sabiendo que el mundo puede continuar pero que tú en ese momento no estás preparado para subirte.

Fuiste pupilas verdes y el mar azul de tus ojos, que luego se creó, debió salir huyendo. La luna no quiso despedirse, porque total volvería en 24 horas. O menos. Quizá el sol… se lo planteó. Pero de ver tu número 38 decidió que ese pie debería ser su hogar. 
Pero claro, luego vino el cartel de prohibido fumar y esa toalla colgada en la puerta diciendo, sécame que estoy húmeda de llorar. Esas napolitanas pasadas, esa cerveza abierta y sin beber, esa pasta de  dientes, que no es, sin que tu le restes la mitad. Esos enchufes que se quedan solos cuando tu no estás para cargar tus cosas, cárgame, dame todo lo que no pude tener.  
Todo lo que no pude tener… Eso fuiste tú. Porque estuviste, pero no estabas. Estabas en un avión decidiendo donde querías atardecer o aterrizar, da igual, todo es caer. 
Y, sin embargo, no te gustaron mis labios. No eran lo suficiente.  Y claro, ahora vienen mis lágrimas y mis heridas vuelven a salir, vuelven a sangrar y a decirme que el tiempo está cambiando y que aquí… ya nunca es verano. 
Ya nunca, 
es verano más.


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