lunes, 28 de enero de 2013


El frío de Holanda se cuela por mis huesos, atraviesa capas y llega hasta mi ventrículo izquierdo dónde tu te colaste aquella noche de Noviembre. Me recuerda que, aunque en silencio, sigues durmiendo tranquilo en ese, tu rincón. Me recuerda que olvidarte es solo una misión suicida. Que los kilómetros son en vano. Este frío me recuerda a lo que tu lengua conseguía hacerle a mis orejas. Estos tres grados bajo cero no tienen nada que ver con lo que sentí en el momento en que tu piel se montó en aquel tren sin despedirse de la mía. Y sé que debajo de este metro y medio de nieve hay miles, millones de tulipanes con la sonrisa congelada. Pero ahora todo es blanco y no se pueden distinguir sus bonitos colores. Digamos que Holanda en Enero es como nosotros, un invierno que congeló la primavera. La diferencia es que aquí en Abril se empezarán a distinguir colores y el invierno le pedirá perdón, uno por uno a cada tulipán. Y yo mientras tanto me llevaré unas cuantas semillas para ver si puedo reconstruir ese jardín que dejaste destrozado cuando me nevaste...


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