viernes, 11 de enero de 2013

A pesar de que esto debería llevar tu nombre

¿Quién dice que la piel no puede llorar y reír? ¿Quién se atreve a decir o siquiera pensar, que mi piel no echa de menos el roce de tus dedos? Qué no importa las vueltas que den en la lavadora mis sábanas, tu olor se quedó en el colchón, clavado. 

Si, es verdad eso que dicen de que el amor está en cualquier esquina, pero es que hay veces que vuelves a esa misma esquina y solo te encuentras un puto pis de perro. Y ni rastro del amor. Supongo que la culpa fue mía porque de todo el mundo y sus esquinas yo vine a elegir tu rincón. Y mira que soy masoquista, ¿a quién se le ocurre enamorarse de alguien que lee poesía y ama el mar? También será cosa de mi masoquismo lo de llevar siempre en la mochila tu pulsera. Y tener escondidos en sitios estratégicos, que me asaltan a veces sin previo aviso, las pequeñas cosas que te dejaste cuando decidiste huir. Me asaltan así como lo hace tu recuerdo, mutilando cada risa. 

Te exigiría que me devolvieras a mi pre, a mi estado antes de conocerte, pero lo cierto es que estoy mucho mejor así. La misión de olvidarte hace que sienta que aún puedo sentir. Aunque tu no estés aquí para compartirme. Aunque tú ya estés lejos, incluso más lejos de lo que estuviste antes de haberme conocido. 
Así que digamos, que los dos nos utilizamos. Yo para quererme, tú para quererla. 


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