lunes, 7 de enero de 2013

Ella, él y los otros

ELLA: He decidido cambiar de piel esta mañana. Toda nueva, toda entera para ti. He decidido que tu piel y mi piel deben empezar a surcar los mares más bonitos de este planeta. La culpa es de tu sonrisa que crea vida a su paso, que crea mi vida a su paso. El tema de tus ojos, vamos a dejarlo para otro rato, o mejor, para otra eternidad. Si, vamos a dejarlo. No quiero pelearme con las estrellas esta noche, que me han traído la primavera sin haberla pedido. Todo tú, tu pelo, tus manos, tu ropa, todo... huele a primavera. Podrías ser mi métrica y mi iniciación a todo aquello que llaman poesía y yo decido llamar amor. Dejaré a nuestros labios decidir que camino debemos recorrer. Que no me importa, de verdad que no, si siento tu pecho dentro de mi, latiendo. 

ÉL: El tacto de sus palabras era como el de su piel. Esa que tanto deseaba acariciar. Suave a veces y en cambio otras, tersa y rígida, llegando a ser adictiva…
Y es que fueron precisamente sus palabras las que me enamoraron y no su piel, como se cree. Lo de su piel vino después. Su piel resultó ser la nicotina. Pero sus palabras, joder con sus palabras. Sus palabras eran mucho más que el crack. Cocaína pura que mi cuerpo acabó necesitando de una forma casi enfermiza.

LOS OTROS:
Fueron sus palabras, las de ella, las que consiguieron enamorarlo
Fue su perfume, el de él, el que consiguió enamorarla
Fueron sus corazones, los de ellos, los que decidieron bailar





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