Y no dejemos que nos venzan las almohadas
Hablar del otoño es fácil. Lo que no es fácil es sobrevivir al invierno, a ese frío que se cuela por todos los recovecos de mi casa y me recuerda que te fuiste llevándote contigo el calefactor. Que da igual los millones de mantas de Ikea que me eche por encima, el frío siempre cala.
Un día te levantas y piensas "lo he superado", pero luego ves escrito por ahí la forma en que él te llamaba y claro tu corazón te manda a la mierda y te dice que no te lo iba a poner tan fácil. Intentas salir, pero solo das pasos torpes sobre un suelo destrozado y al final acabas tambaleándote. Qué difícil es acostumbrarse a lo complicado cuando ya te habías adaptado a lo fácil.
Mientras te dedicas a escuchar canciones tristes y leer a gente hablando del amor. Cómo si supieran lo que es amor aquellos que lo tienen. El amor se conoce cuando se pierde. Cuando sabes que nunca va a volver y aún así te dejas la ventana abierta, para que al menos entre el frío y haga con tus pies lo mismo que él cuando te rozaba. Quién lo tiene sabe lo que es la felicidad, pero el amor es drama, sí. El amor es drama. En este mundo hay que perder para saber valorar. Así de gilipollas somos.
Y hasta que no lo pierdes, no sabes lo que es el amor. Hasta que no te levantas por la mañana miras a tu lado y ves que la cama está vacía, hasta que preparas café para dos intuitivamente y acabas tirándolo, hasta que te duchas y no tienes quién te frote la espalda, hasta que miras el móvil y no hay sonrisa, hasta que tienes que usar cojines porque ya no está su cuerpo, hasta que te olvidas de la última vez que lloraste de alegría... hasta ese momento, no sabes lo que es el amor.
Así que nada, construyamos farsas y hagamos del mundo un lugar más tranquilo.
Dediquemos las noches a vivir, sobre y supervivir al mundo externo. Y no dejemos que nos venzan las almohadas.
Porque sino... estaremos perdidos, porque sino... estaremos enamorados.
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